Cuando a un padre o madre de gimnasta se le pregunta si su hija está contenta con lo que hace, lo primero que le viene a la cabeza es…” Pues claro… si no, ¿qué sentido tendría?” Los prejuicios creados a partir de prácticas pasadas y sobre todo el desconocimiento hacen que aquellos que no lo viven desde dentro lo vean como una especie de tortura para las niñas que lo practican… y nada más lejos de la realidad. ¿Qué padre en su sano juicio querría algo así para su hija? Sí, es un deporte sacrificado que requiere altas dosis de disciplina y sí, son muchas las horas que pasan entrenando. Esos dos elementos fundamentales de la gimnasia las forman como personas altamente responsables con una capacidad extraordinaria para administrar su tiempo. Pero lo único y lo que de verdad importa: son felices con lo que hacen. Los vínculos de amistad que crean con sus compañeras transcienden más allá de los entrenamientos, con ellas salen en su tiempo libre (porque sí… tienen tiempo libre, salen y hasta se divierten) y tienen muy claro su sitio: no hace falta aspirar a ser la número uno para disfrutar dándolo todo. No son ni mejores ni peores que el resto de los niños, simplemente eligen un camino diferente para divertirse y el sacrificio no está reñido con la felicidad. Como padres, no podemos más que sentirnos orgullosos de verlas crecer así ❤️